“Recuerdo la primera vez que me preparaba para ir a Sudan, el viaje me costaría tres mil dólares. Una querida señora de la Iglesia se me acerco y me pregunto; ¿Por qué no envía los tres mil dólares al sudan? Piense en todo lo que se podría hacer con ese dinero."
“Seguí luchando con esa pregunta hasta que llegue a Sudan, allí tuve una conversación con Andrew que arrojo luz sobre esta cuestión. Andrew me conto de cómo había sido su vida en sudan en los últimos veinte años. Desde su nacimiento había visto la guerra y describió el sufrimiento que había soportado su pueblo. El expreso gratitud por las personas que le habían traído provisiones. Después me miro y me pregunto; ¿Quieres enterarte de cómo sabes si alguien es un verdadero hermano? –Un verdadero hermano viene a estar contigo en tiempos de necesidad-me dijo. Luego me dijo, David, Usted es un verdadero hermano, gracias por venir a estar con nosotros.”
“Los ojos se me llenaron de lágrimas, cuando la realidad del evangelio se me aclaro. Recordé que cuando Dios quiso traernos la salvación, a ti y a mí, no envió oro ni plata. Se envió a sí mismo, al hijo. Me sentí culpable por considerar la posibilidad de enviar dinero, en lugar de venir en persona a sudan. ¿Cómo le mostrare el amor de Dios al mundo si todo lo que mando es dinero? Era tan superficial como para pensar que mi dinero era la respuesta a las necesidades del Mundo. Si queremos cumplir con el propósito global de Dios, no será principalmente dando dinero, por más importante que sea esto. Sucederá, sobre todo al darnos a nosotros mismos. Esto es los que representa el Evangelio.”
David Platt, Radical; Volvamos a las raíces de la Fe, Editorial Unilit, pagina,188.
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